miércoles, 12 de diciembre de 2007

¿Ponemos el arbolito?


Buenos días,
Llega la Navidad y creo que ya es hora de plantar el arbolito en este blog, que si no veo que se nos pasan las fechas sin colgar ni una triste bolita.
Esto de la Navidad es, depende de como se mire, una alegría o una gran tristeza pero, como yo creo que hay que ser optimista, os mando un fragmento de mi memoria que creo que refleja bien una Navidad de cualquier niña de entre 7 y 9 años...
Hace mucho, mucho tiempo... en una Galaxia muy, muy lejana…

31 de Diciembre de mil novecientos setenta y muchos…

18:00 h. Los niños miramos la peli de la tele. Como sólo hay 2 canales, no hay ninguna discusión en lo que se vé. Hoy ponen una de Rocío Dúrcal: “Más bonita que ninguna”. Allí estamos pegados a la tele mi abuelo, mis dos primos pequeños, mi hermano y yo.

Mi tío se acaba de levantar de la sagrada siesta. Mi tía y mi abuela están entrando y saliendo de la cocina y la casa ya empieza a oler a comida “especial”.

En una de estas, entro a por agua y de paso me llevo una croquetita de mi tía. Hummm!, a pesar de que me achicharro están de muerte las jodías!!.

19:00 h. Llegan mis primos mayores y mi hermana. Dicen venir del local de los Scouts pero, yo creo que vienen de cañitas (como poco) porque su alegría y sus ojitos les delatan.

La peli está a punto de acabar así que, aprovechando la multitud congregada, mi primo pequeño y yo pedimos el aguinaldo (por quinta o sexta vez ese año) para bajar a la tienda del señor Jesús y a la de chucherías a ver si se nos “peta” algo. Entre el revuelo del gentío y la emoción de los recién llegados, conseguimos casi 10 duritos!!.

19:30 h. Bajamos por la cuesta corriendo porque hace mucho frío y porque queremos llegar cuanto antes. Para nuestro desconsuelo no podemos comprar ningún juguetillo con esa pequeña cantidad de dinero pero, en la tienda de chuches llenamos 2 cucuruchos de mierdas varias y, además, nos sobra para unas caretas y unos matasuegras.

Subimos la cuesta más tranquilos, comiendo castañas de chocolate y nubes rositas de esas que se te pegan en la boca. Por supuesto, al intentar ponernos las caretas se nos rompen las gomas pero estamos seguros que alguien nos las “aviará” una vez en casa.

20:00 h. Llegamos a casa de mi tía y, además de los ya mencionados, están allí unos amigos de mis primos mayores que han ido a “tomar” una copita. La sidra corre a raudales y mi primo y yo aprovechamos para pedir el aguinaldo otra vez (al fin y al cabo los recién llegados no han dado nada para el “cepillo”). No sacamos nada de nada pero, a cambio, mi hermana nos arregla las gomas de las caretas.

20:30 h. Entre la calefacción central (a pesar de las ventanas abiertas), la muchedumbre, la tele, la sidra, los gritos y los matasuegras funcionando a toda máquina, por un momento dudo si mi abuelo se ha quedado tieso en el sillón porque el hombre no mueve ni un músculo de su cuerpo pero, ante mi sorpresa, sigue vivo y aguantando el barullo… Impresionante!!.

21:00 h. Los amigos de mis primos se van y comienza la aventura de poner la mesa. Hay que abrirla para que quepamos todos. En ese momento, suena el timbre. Es la prima de mi padre, su marido y su hija que cenan con nosotros.

Los niños estamos encantados ante este mogollón y, como mi tía pasa de todo, sigue a lo suyo pensando que “da lo mismo cuatro que cuarenta”.

En este punto de la noche la bota de mi tío circula ya como los porretes en una banda de amigos. Menos nosotros y mi tía, todo el mundo pega su chupito correspondiente.

21:30 h. La mesa está montada, lo que significa que o te sientas en tu sitio, o te vas del salón-comedor porque no cabes. Mi abuelo ya se ha sentado, mi padre acaba de aparecer y hace lo propio, así como la prima de mi padre, su marido e hija que, a pesar de ser más o menos de mi edad, es una niña estrábica rara, muy rara y nunca juega ni nada de eso. Siempre va impoluta y nunca se separa de sus padres (yo creo que con lo salvajes que somos tiene miedo de que la hagamos daño).

22:00 h. Empezamos a cenar. Uno de mis primos tarda en venir y mi tía le llama a voces pero, no aparece. Finalmente y cuando mi tío ha hecho el ademán de levantarse para buscarle, sale de debajo de la mesa con unas tijeras en la mano. Se ha dejado el flequillo como un Antoniano. Mis tíos le pegan una bronca mientras todos nos reímos a carcajadas y el muchachito, se sienta en su sitio un poco disgustado pero no lo suficiente como para no ponerse “el chaleco y las botas” comiendo como un animal.

Del pelo cortado no hay rastro porque lo deja siempre en los travesaños de la mesa. Menudo zulito se está haciendo!!.

23:45 h. Casi hay que tomar las uvas y comienzan los rituales: mi hermana pela todas sus uvas y las quita las pipas pero, mi abuela se las va mangando y, la pobre, cada vez que cuenta las que tiene preparaditas en su plato no pasa de 8. Sigue pelando ya un poquito rebotada y, finalmente consigue reunir las 12.

Mis primos mayores y mi hermano se van corriendo al baño a “echar la última meadita del año” y, en la mesa, los pequeños empezamos el concurso de “adivina el último y primer anuncio del año”. Suele ganar Coca-Cola pero, las apuestas son variadas: El Lobo, Telefónica, etc.

00:00 h. Las campanadas!!. A comer uvas como locos entre risas y toses, que no sé como no nos ahogamos en una de estas. Los mayores, como siempre, sin prisas y a su ritmo...

Tampoco quiero aburriros pero, cuando la nostalgia os invada y las ausencias os opriman tanto que casi no os dejen respirar, recordar el niño que fuisteis: sin responsabilidades, sin problemas, sin censuras, sin tristezas y, por los que en ese momento se encuentren a vuestro alrededor, sonreid a la Navidad y tomaros un trocito de turrón o una copita de cava.
Feliz Navidad para todos!!.
Besos grandes,
Chinche

2 comentarios:

Leila Sand dijo...

Pues claro que ponemos el árbol, y cantaremos villancicos, pero un momento, en lugar de sidra, yo preferiría un moet chandon, jajajjaj.

Kisses

Jabuga dijo...

Ufffffffff Chinche...eso de mangar la croqueta ardiente y el común problema de la fragilidad de las gomillas de las caretas, me ha teletransportado :) Yo sólo añadiría el engollipón de polvorones que pillaba cada año (eran sequíiiisimos!!!!de pura Estepa!!!). Cada vez que cogía un polvorón, mi tío me hacía reir y entre eso y las múltiples mellas (en cuantas navidades me faltaron dientes???) que lucía, se provocaban peligrosísimas explosiones tipo volcan plutoniano. Mis hermanos, que ya conocían mis virtudes, salían a escape en cuanto me veían blandiendo un polvorón...
Nunca podré pasar una fiesta de fin de año tan feliz, como aquella en que mi hermano Alberto y yo bailamos con mi tío Pablo durante toooooda la noche, para escarnio de mi tía y demás parientes, que ni nos miraban mientras daban cabezadas sin conseguir pegar ojo :D
Gracias, Chinche, por hacerme recordar estas cosillas con alegría.
Y el beso más grande, con todo mi amor, a mi tío Pablo; el mejor entre los hombres.