miércoles, 12 de diciembre de 2007

Que gonito!!





No he podido resistir la tentación de poner algo más que un comentario a esa entrada que has hecho de la Navidad, principalmente porque me he reido a mandíbula batiende y sobre todo, porque al igual que en el cuento de Charles Dickens he sido transportada a aquellas auténticas navidades.

Yo también tengo en mi disco duro archivos imborrables sobre "aquellos maravillosos años" en los que nada teníamos y nada necesitábamos, en los que la familia, los amigos, los vecinos, eran lo único importante, esas navidades cargadas de cariño, de alegría , donde verdaderamente la magia regresaba navidad tras navidad a nuestras vidas.

Aquellos años en los que con nuestras panderetas de plástico y nuestros villancicos dabamos la tabarra a "to" quisqui, aquellas bolas del árbol con multitud de colores que se rompían sin piedad y en las que nuestras caritas se reflejaban llenas de ilusión y felicidad, aquellas bolas parecian hechizarnos.

Recuerdo un año que los mayores se olvidaron de comprar las uvas y aquella Nochevieja nos hicimos bolitas con el turrón de coco madre mía!!!!!!!! por poco morimos más de uno atragantados. ¡Aquel turrón de coco!, que marcaría un antes y un después en nuestras navidades y que vendría a sumarse a la variedad de turrones existentes, el blando, el duro, el de yema y uno que había de frutas que nunca llegamos a probar.

La navidad por aquel entonces olía, olía en las casas, en las calles, en las tiendas.

El encantamiento terminaba después de la Noche de Reyes, cuando aquellas ilusiones que teníamos continuarian siendo ilusiones un año más, porque nunca estos tres Magos de Oriente nos dejaban lo que pedíamos, pero eso nos importaba bien poco, un año más habían cumplido con la más importante de sus misiones, habían llegado a tiempo.

Así que un brindis por aquellas navidades y porque su espíritu continue en nuestras navidades futuras.

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