Mil palabras de amor

Noche tras noche se enfrentaba a sus fantasmas, que vagando entre las ruinas del amor, volvían para recordarla que todo había quedado destruido, que su cuerpo estéril no volvería a ser amado. El recuerdo de unas manos acariciándola con ternura se iba tornando borroso, como borrosa se hacía la visión cuando intentaba buscarle entre la multitud. Eleanor estaba convencida que nadie volvería a regalarle un amanecer.

La cama vacía y las noches de insomnio, en las que yacía en manos de un buen trago que, acariciara su garganta, cincelaban en su corazón el desamor. Ese desamor con quien había compartido los últimos 15 años de su vida, ese desamor que a jirones iba desgarrando el cuerpo que en otros tiempos lujurioso, había ya entrado en franca decadencia y ese desamor, que la condujo directamente al divorcio con la vida y que tantas veces le escupió a la cara el fracaso y la derrota.

En aquellas largas noches al amparo del alcohol, posaba suavemente los labios sobre la palma de su mano y cerrando los ojos, se dejaba llevar por unos labios ausentes, y soñaba que alimentándola de besos, romperían el hechizo y acabarían para siempre con su tortura.

Ignoraba en que encrucijada perdió sus pasos, y recordaba con nostalgia la asfixia, que en otro tiempo, le provocaron otros brazos. Ahora sólo el desamor la abrazaba cada noche y aturdida y cansada sólo encontraba consuelo en románticos pensamientos impropios de una mujer madura.

En estas frías noches, en este largo invierno sin final, Eleanor pedía, sólo, palabras de amor.

Nota de la autora: Pienso quitarle hierro al "asunto" y para ello disfrutad (si podeis, jajajajja) de una de esa canciones horteras que siempre me avergüenza admitir que me provocan una tremenda sonrisa.